El desarrollo de algunas tecnologías asociadas al teléfono móvil o la tablets han convertido en apenas una década a los lectores de los medios de transporte en usuarios. Si bien es posible que seamos siendo lectores, pero en diferente formato, estas tecnologías traen consigo otros alicientes en forma de aplicaciones con otro modo de entretenimiento y conectividad.
Lo que queremos decir es que, es posible que estemos olvidando aquel placer que resultaba de abrir un buen libro en el autocar, sea un viaje largo donde podamos devorarlo por completo, o una hilera de ellos, mucho más breves, que lo serán cada vez más según vamos avanzando en la lectura (si es que tenemos la suerte de no marearnos, pero esa es otra historia, que trataremos otro día).
Por eso os queremos animar a que hagáis una excepción y retoméis por una vez ese hábito en peligro de extinción. Hemos recopilado para animaros cuatro títulos, tratando de aunar diferentes géneros:
Elizabeth ha desaparecido, de Emma Healey. La primera novela de Emma Healey ha probado ser toda una sorpresa. Como en la anterior novela, esta es una obra que afronta la enfermedad del alzheimer de un modo original y con una gran dosis de suspense.
Llenos de vida, de John Fante. Fante, guionista en el Hollywood de los cicuenta, nos relata a modo de ficción su experiencia como padre durante el embarazo de su primer hijo, a través de una visión única, con una comicidad muy ácida, una narrativa tan escueta como efectiva y un cariño irrefrenable hacia su familia.
Todos los fuegos, el fuego, de Julio Cortázar. Un clásico dentro de las recopilaciones de relatos del escritor argentino, especialmente por “La autopista del Sur”, un relato que cobra aún más sentido si vamos en autocar.
Claro está, si somos lectores más ávidos siempre podemos tomar lo que ya en este siglo se conoce por saga: los “juegos” de los tronos y del hambre, o Harry Potter no habrían llegado a tantos lectores si el autocar no existiera.